La glándula tiroides está situada en la base del cuello y segrega dos hormonas: la triiodotironina (T3) y la tiroxina (T4). Esta glándula y sus hormonas están bajo el control de algunas áreas del cerebro como la hipófisis anterior que se encarga de la secreción de una primera hormona, la TSH (Thyroid Stimulating Hormone), cuya responsabilidad es la activación de la glándula tiroides y a su vez, el desarrollo de la T3 y T4.

Las hormonas tiroideas son de especial importancia porque regulan la función metabólica de todas las células y tienen un rol destacado en su desarrollo y crecimiento. Además, tienen un papel trascendente en el anabolismo del cuerpo (función de mantener, reparar y construir tejidos). En el caso de una dieta muy estricta, las hormonas tiroideas bajan, derivando como consecuencia en una ralentización del metabolismo, lo que explicaría por qué cada vez resulta más difícil perder peso a pesar de la dieta.

Las glándulas suprarrenales y la glándula tiroides están estrechamente relacionadas. Las primeras se componen de dos partes: la corteza suprarrenal (donde se produce cortisol y aldosterona) y la médula surprarrenal (que a su vez produce la adrenalina, la noradrenalina y la dopamina). Estas hormonas son las hormonas de alerta y del estrés, fundamentales para actuar, vivir y sobrevivir. Sin embargo, resultan problemáticas cuando el nivel de estrés torna demasiado alto y crónico, involucrando una secreción excesiva y permanente de cortisol.

El cortisol y la tiroides funcionan de manera paralela. El cortisol es necesario para poder aumentar los receptores tiroidianos. Una escasez excesiva de cortisol tiene un impacto negativo sobre la acción de las hormonas tiroideas en el cuerpo. Y por el contrario, un exceso de cortisol desencadenará una bajada de las hormonas tiroideas activas. Por este motivo es necesario tener un equilibro en el organismo para garantizar un balance óptimo.

El exceso de estrés, de sustancias excitantes (café, tabaco, droga, etc.) o de deporte tiene un impacto negativo sobre el funcionamiento de la tiroides. La adrenalina y la noradrenalina elevan nuestro desgaste energético y aumentan la activación de nuestro metabolismo basal (energía mínima necesaria para el funcionamiento del organismo – respiración, movimientos, digestión, reflexión, etc.- ). Es decir, nuestro cuerpo gasta más energía de lo necesario y es la grasa de reserva la que aportará de forma intrínseca el combustible necesario restante.

Por otro lado, la adrenalina se segrega en situaciones de estrés (exámenes, enfados, citas amorosas, ejercicio físico, etc.) Cuanto mayor es el factor de estrés, más necesaria y mayor es la segregación de adrenalina. Esto explica que los ejercicios cardiovasculares intensos, como el entrenamiento interválico (HIIT) fraccionado es más eficaz a la hora de perder grasa que los ejercicios cardiovasculares de larga duración (con menos intensidad y más secreción de cortisol).

Cuando el estrés físico es más intenso, la secreción de adrenalina aumenta así como la combustión de la grasa durante el ejercicio, combustión que además se prolonga un tiempo después del ejercicio. Este mecanismo fisiológico se denomina EPOC (Excess Post-exercise Oxygene Consumption) quemándose grasa hasta 48 horas después del ejercicio físico intenso. Por ello, la mayoría de los complementos utilizados en la pérdida de peso actúan liberando más adrenalina y noradrenalina.

Con un nivel alto en sangre de adrenalina, se tiene no solamente un metabolismo más rápido sino también mayor capacidad de quemar grasa. En el caso contrario, se tendrá que hacer un esfuerzo suplementario como ponerse a dieta, mantener bajos los niveles de insulina y aumentar la secreción de adrenalina mediante un aumento de ejercicio físico intenso.

El funcionamiento hormonal del sistema endocrino es mucho más complejo que lo descrito en este artículo pero aquí se pretende resumir el estrecho vínculo directo entre la alimentación y el equilibrio hormonal.